HISTORIA

 

Hablar de Laroya supone hacerlo a la vez de Macael y hallar datos al respecto como si del Guadiana se tratase, ya que lo cierto es que hay bastantes luces sobre los avatares de este municipio en algunos puntos de su historia, y bastantes tinieblas, por no decir una oscuridad completa, en otros. Los primeros datos sobre Laroya se remontan a la época musulmana, que señalan este lugar como una zona próspera y rica en la comarca del mármol.


Su ubicación entre sierras hace creer, según la tradición, que el nombre de Laroya provenga de un término árabe que significara cazuela u hoya. Tras la Reconquista de los Reyes Católicos se concede por éstos, y a través de una cédula real de 1501, el privilegio de ciudad a Laroya. Este hecho obedeció a que Isabel y Fernando decidieron regular el régimen político y jurídico de Baza, Purchena y las ciudades limítrofes, entre las que se halla Laroya.


Un municipio que es anexionado por Baza en ese mismo año y también por medio de una cédula real de los Reyes Católicos. La población de Baza se anexionó junto con Laroya los municipios de Zújar, Freila, Caniles, Cúllar y Macael. Los investigadores han mostrado su extrañeza por la anexión de Macael y Laroya, ya que eran las más distantes de Baza.

 

Se piensa que este hecho obedecía a que, dada la riqueza de sus canteras, el concejo de Baza las tuviera en cuenta y decidiera anexionárselas. Tras su inclusión en el término de Baza, el municipio de Laroya sufrió los avatares de la historia de aquel entonces, y se vio inmersa en la revuelta de los moriscos, lo que llevó a la repoblación con nuevos habitantes.


En el Libro de Repartimientos de Laroya, que se conserva en el Archivo de la Real Chancillería de Granada, se da cuenta de la necesidad de repoblar los lugares despoblados, de acuerdo con la provisión real de 26 de enero de 1579.


El Concejo de Población determinó que la localidad se poblara con 12 vecinos, que fueron los que realizaron de acuerdo propio el reparto de la localidad.

 

 

La pobreza de algunos municipios y la ausencia de una industria consolidada y asentada llevó a muchos almerienses a las puertas de la emigración. Así, abandonaron sus pueblos y fronteras naturales para dirigirse al Norte de España, zona rica e industrializada donde poder hallar trabajo y un sueldo digno para el sustento de las familias, muy numerosas por aquel entonces.


El descenso claro y manifiesto de la población se puede comprobar con un censo de la localidad realizado en el siglo XVII, el cual mostraba que en Laroya había cerca de 400 personas, que se repartían en 90 casas.


También se especificaba que entre los profesionales del pueblo había un escribano, un estanquero, un sangrador, un barbero, un especiero, un herrero, dos alpargateros, además de unas 70 personas que se dedicaban a la agricultura y a la ganadería.


Se contaba con 33 olivos, 1.694 morales, 213 higueras y 1.078 almendros, así como 74 cabezas de vacuno, 690 de cabrío, 375 de cerdo, 88 de asnar y mular y 32 colmenas.


En la actualidad el pueblo cuenta con un incremento importante de la población en verano, ya que muchos de sus naturales o los hijos de éstos se desplazan hasta el municipio para pasar sus vacaciones de estío y celebrar la festividad del patrono San Ramón Nonato.